Sólo a través de la resolución de la separación, el conocimiento del hombre es un medio de consciencia para la Naturaleza, y se vuelve Uno, con ella, una vez que descubre que comparten la misma Necesidad.
La independencia de las Ideas trasciende la temporalidad humana
En 1991, el insigne visionario musical que fue Sandor Végh (de esa élite suprema liderada por Pablo Casals) hizo su primera visita a Caracas, y se cuenta que pidió entonces a sus jóvenes músicos de la Camerata Académica de Salzburgo que miraran bien el lugar en el que se daría el “nuevo Renacimiento”. La apreciación fue realmente premonitoria de lo que significó, insólitamente, la iniciativa de una asociación cultural dedicada a la obra y visión de Richard Wagner en Venezuela, que surgió de hecho (en 1992) como esa extraordinaria unión de la más alta visión creadora y trasformadora de la sociedad, en una palabra, de una genuina nobleza de la sociedad. Fue así también una iniciativa más cercana a las primeras asociaciones dedicadas a Wagner desde finales del siglo XIX, es decir, no sólo con atención a la obra wagneriana como tal, sino también a la exploración y cultivo de las ideas que la inspiraron.
Así, se abrió una auténtica cátedra abierta a toda la sociedad, en la que los elementos fundamentales de la visión wagneriana – teoría del arte, los principios de la civilización griega, la mitología artúrica y nórdica, y por supuesto, la proyección de la obra wagneriana en el devenir de la civilización occidental – se desarrollaron en conjunto con ambiciosos proyectos musicales, tales como la primera producción de Lohengrin (1993), y de La Valquiria (1998, en colaboración con el Festival de Bayreuth).
Motor fundamental de esta actividad fue Eduardo Chibás, siendo incluso protagonista musical como director de orquesta, actividad que puede plenamente calificarse como “renacentista”. Es decir, de nuevo, siendo proyecto humanista de ideas y sociedad, en donde la música de Mozart, Beethoven, Schubert, Bruckner, y por supuesto, Wagner, recrea el antiguo ideal heroico griego. La noción de “héroe” quizás nos parezca remota hoy día, pero es la columna vertebral del origen de la civilización occidental en la Grecia antigua, tal que, como cuenta Hesíodo, los “hombres-héroes” son fundamento y providencia del hombre. Es precisamente el significado del mito de Prometeo, que roba el “fuego divino” para dárselo al hombre, y significa el ideal de la cultura humana por sí misma, o donde “el hombre es la medida de todas las cosas”.
Concebir el final de la Sinfonía “Eroica” de Beethoven como “creación del hombre”; o que el tema tópico de su Quinta Sinfonía sea un llamado a la unión de la voluntad humana con la fatalidad sobrehumana; o bien, ver el primer movimiento de la Novena Sinfonía como expresión del universo entero: esto es naturalmente heroico. En la obra de Wagner es el significado de la relación del artista con la sociedad en Tannhäuser, o de la participación del “Caballero del Cisne”, Lohengrin, en la redención del alma humana. O bien, la acción renovadora de la poesía en Los Maestros Cantores de Nuremberg; de la humanización de la divina Valquiria, Brünnhilde y el sacrificio de Siegfried en El Anillo del Nibelungo como reencuentro del hombre y la naturaleza; y finalmente, de la renovación de la revelación espiritual del Grial en Parsifal.
No existe término más preciso para expresar la renovación del hombre en nuestra civilización que “heroico”.
“La vida, esa unión armónica que se manifiesta en cada forma viva, es, de nuevo, difícil de realizar, ..., ¡pero se realiza! Aquí están nuestros cuerpos, cada uno de ellos un milagro, reunidos, esta noche. Aún si quisiéramos evitarlo, la Vida no dejará nunca de querer manifestarse, en nosotros y a través de nosotros. Pero debemos prestar mucha atención a ese ‘llamado’, para que se realice. Cada uno de nosotros tiene su propia hazaña que realizar. ¡Luchemos por ella!”
'El ideal heroico en la música'. Palabras finales del primer concierto de Eduardo Chibás con la Orquesta Sinfónica Venezuela, 13-07-1996.